Café ecológico y café de comercio justo ¿son lo mismo?

Café ecológico y café de comercio justo ¿son lo mismo?

Café, cultura del café

En los últimos años la conciencia ecológica y solidaria de los consumidores ha crecido sustancialmente. De hecho, se calcula que las personas sensibilizadas con el impacto ecológico y social de sus hábitos de consumo —los llamados Eco-Actives— son ya el 18% de la población.  

 

El hecho de que este tipo de consumidor represente una cuota de mercado creciente está haciendo que cada vez haya en el mercado más productos que cumplan con sus requerimientos; y aunque el café ecológico y el café de comercio justo hace mucho tiempo que están presentes en las estanterías de nuestros comercios, la oferta se ha ampliado mucho en los últimos años.  

 

Ahora bien, ¿qué son exactamente los cafés ecológicos y los cafés de comercio justo? ¿Es lo mismo un café bio que uno ecológico y que uno orgánico? ¿Tenemos que elegir, como consumidores, entre la sensibilidad por lo medioambiental y la sensibilidad por lo social?  

 

Café bio, ecológico, sostenible y orgánico ¿son lo mismo? 

 

Sí, lo son. La Unión Europea equipara todos estos términos para designar cultivos que se llevan a cabo atendiendo a los aspectos relacionados con la sostenibilidad ambiental. Los cafés ecológicos (o bio, orgánicos o sostenibles) provienen de cafetales que no emplean químicos, plaguicidas ni herbicidas. Es el caso, por ejemplo del Café en Grano Ecológico de Mocay, un blend de arábicas cultivadas en Etiopía (Sidamo), Perú y Brasil.  

 

Esta forma de cultivar ayuda a proteger la salud de los trabajadores y del suelo, y además reduce sustancialmente las emisiones de las plantaciones. En caso de aportar algún aditivo, un caficultor de café ecológico usará fertilizantes orgánicos, incluyendo la propia pulpa de la cereza del café. Por lo demás, no suelen requerirse más aportes, porque la propia forma de cultivar un cafetal orgánico, que es muy distinta a la de uno convencional, previene gran parte de los problemas de cualquier monocultivo.  

 

El cafeto, en estado natural, crece preferentemente a la sombra de frondosos bosques.  

Dado que cultivar y cosechar en mitad de una arboleda es más complicado y, por lo tanto, más caro, los cultivos convencionales emplean variedades híbridas que crecen bien al sol. Eso les permite emplear maquinaria, algo que no sería posible hacer en un bosque. Pero, privados del apoyo de un ecosistema, los grandes cultivos enfrentan otros problemas, como el agotamiento del suelo, las plagas y la vulnerabilidad de los cafetos.  

 

En cambio, la mayoría de los cafés ecológicos se cultivan a la sombra de grandes árboles. Es esta característica, precisamente, la que les permite prescindir de aditivos químicos, pues el propio bosque, con su aporte de vegetación en descomposición y su fauna, provee al cafeto de todo lo que necesita para crecer. Así, el suelo no se agota y los fertilizantes no son necesarios; las plagas no encuentran un terreno yermo en el que proliferar, sino uno lleno de potenciales depredadores (principalmente pájaros); y los cultivos no son tan vulnerables al mal tiempo, al estar protegidos por la arboleda.  

 

Los cafés ecológicos, por tanto, requieren una forma de cultivo menos industrializada y se cultivan a una escala menor que las grandes plantaciones convencionales, pero crecen de una forma mucho más equilibrada, como parte de un ecosistema. Además, para compensar las limitaciones de volumen que vienen determinadas por el terreno y por las prácticas manuales, los pequeños caficultores suelen centrarse en el cultivo de variedades de gran calidad. 

 

Café de comercio justo o fairtrade 

 

En este caso hablamos de cafés que se cultivan atendiendo a los aspectos relacionados con el bienestar de las comunidades humanas que dependen de él. No es un concepto propio del mundo del café; se pueden encontrar muchos otros productos “de comercio justo”. Todos ellos tienen en común el objetivo de mejorar y facilitar el acceso a los mercados en condiciones justas de los pequeños productores, que tradicionalmente se han visto perjudicados en la competencia con los grandes. El comercio justo pretende favorecer el desarrollo de las comunidades tradicionales y paliar las diferencias seculares entre el norte y el sur. Para ello, la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO) que es el organismo que regula el sistema, garantiza un trato diferente de las condiciones estándar del mercado para los pequeños productores, además de ofrecerles una prima fairtrade.  

 

Pero no todo se limita al acceso de estos productos al mercado o la compensación. Cuando compramos un café de comercio justo podemos estar seguros de que proviene de explotaciones en los que los salarios de los trabajadores son dignos, no se practica la explotación laboral infantil y se tiene en cuenta la igualdad entre hombres y mujeres; pero también, y esto es importante, que se respetan el medio ambiente y el entorno. 

 

De aquí proviene gran parte de la confusión: aunque café ecológico y café de comercio justo no son sinónimos, suele ocurrir que el café de comercio justo cumple con todos los requisitos para ser considerado ecológico. Y es que las pequeñas comunidades productoras sin acceso a medios industriales (maquinaria, fertilizantes químicos, plaguicidas…) suelen cultivar el café de forma tradicional (a la sombra, sin empleo de químicos, cosechando mediante picking y no mediante stripping…). Por lo tanto, no todos los cafés ecológicos son de comercio justo, pero casi todos los cafés de comercio justo son, o pueden ser considerados, ecológicos.  

 

En cualquier caso, no es raro encontrar cafés con el doble sello de ecológico y de comercio justo. Esto se hace para dejar claro al consumidor que el producto se ha cultivado atendiendo tanto a los aspectos medioambientales, como a los sociales; dos requisitos que, como decíamos al principio, cada vez tienen más peso.  

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